A quienes encuentren mi barco hundido...

"Bienvenido a mi morada. Entre libremente, por su propia voluntad, y deje parte de la felicidad que trae."
(Drácula)

martes, 31 de enero de 2012

Observo: Enemigas cotidianas.


Tengo una prima de nueve años. No la veo mucho a pesar de vivir más o menos cerca, pero la conozco bien. Le gustan las princesas, las muñecas, ponerse guapa, la música de Lady Gaga y demás divas del momento, jugar al ordenador y a la consola. Como tiene bastante fuerza, más de una vez la ha empleado para salirse con la suya, como suelen hacer los niños cuando tienen esa ventaja. Es una chiquilla grande y demasiado espabilada, con comentarios más ocurrentes que los de algunos adultos. Podría tener todas las papeletas o bien para que la temieran o para que la admiraran, pero la pobre fue a dar con las niñas más estúpidas de todo el colegio. 
Desde muy pequeña se ha visto en una clase compuesta por un alto porcentaje de niñas que reflejan a madres caprichosas y superficiales que crían a sus hijas para convertirlas en perfectas muñecas con la cabeza hueca y la boca sucia. 
Cuando forman la fila para entrar a la escuela, no son sino un desfile de modelos con ropa cara, melenas lustrosas y muecas de asco. Son arrabaleras, egoístas y crueles. Señalan a la niña gorda o a la menos agraciada y se encaran con ella ante la mirada de sus mayores, quienes están demasiado ocupadas charlando como para corregir a sus hijas, que escupen terribles palabras, ríen y hieren. Serán sin duda las perfectas arpías que sus madres desean, y harán imposible la vida de esas pequeñas que sufren cada día y crecen fuertes por fuera y frágiles por dentro. Pequeñas como mi prima, a quien se reprende por utilizar la fuerza bruta o el engaño cuando intenta dar su merecido a sus enemigas cotidianas.

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