A quienes encuentren mi barco hundido...

"Bienvenido a mi morada. Entre libremente, por su propia voluntad, y deje parte de la felicidad que trae."
(Drácula)

jueves, 24 de noviembre de 2011

Observo: Tan pequeña.





(Imagen extraída de mi blog de fotografía http://loqueveoconella.blogspot.com, que os animo a visitar)

Durante algún tiempo quise tener hermanos. No es que me sintiera sola, pero me preguntaba cómo sería aquello. Poco después llegó al mundo una niña, y desde que la vi tan pequeña y con los ojitos cerrados en los brazos de mi tía, supe que jamás volvería a hacerme esas preguntas.

A aquella niña preciosa, tan redondita y risueña, la llamaron Lucía; y no se me habría ocurrido nombre más acertado, porque brillaba (y brilla) con luz propia. Es una chiquilla tan ingelitente como bonita, que acompaña sus buenas notas con dibujos llamativos y con una prosa contundente y algo precoz, pues pocos escriben como lo hace ella a sus quince años. Quizá su gran defecto sea su vaguería, pero todos tenemos algo (pero si no fuera vaga, no me quiero imaginar cómo dibujaría).

Ahora mismo está en esa edad en la que ni es niña ni es adulta; está en esos años convulsos de curiosidad y rebeldía, de querer comerse el mundo y de, a veces, pensar en lo justo y en lo injusto. Esa edad que a algunos no se nos va nunca pero sí se nos calma un poco. Y a esa edad se hace difícil llevarse bien con mayores y pequeños, por lo que a veces la siento un poco más lejos que en todos estos años (en los que, debo decir, yo pasé por lo mismo). Pero cuando la oigo hablar con tanta vehemencia, cuando la veo tan segura de sí misma, cuando la escucho desgañitarse al defender lo que piensa mientras otros la juzgan y la rechazan... Cuando la veo enfrentándose a las desesperanzadoras hordas de adolescentes hipócritas que probablemente nunca conozcan la honestidad que a ella la inunda, y de acuerdo a la que necesita obrar para tener la conciencia tranquila, me siento muy orgullosa de ella. Y la siento cerca otra vez.

Tenía que decirlo.