(Imagen extraída de: http://www.thewayfarer.info/imagenes/story.nochevieja2005.jpg)
Siempre me ha gustado la Navidad. Unas vacaciones no tan
largas como las de verano, pero lo suficiente como para aparcar un poco los
libros; películas infantiles en la tele, estar con el pack familiar de siempre
con más calma porque ellos también tienen más tiempo libre… Lo único que me
agobiaba un poco de estas fechas eran los regalos, cosa en la que no he
cambiado. Cuando era pequeña me parecía que los Reyes Magos me traían muchas
cosas (en realidad nunca fueron tantísimas, pero yo siempre he sido más de
jugar con las cajas y en cuanto veía tres regalos me preguntaba con qué
prefería jugar); y cuando supe que los Reyes no eran tan ricos, me angustiaba pensar en la
de dinero que se habían gastado en mí para hacerme feliz cuando lo que
realmente me gustaba era estar tranquila con mis seres queridos.
Tampoco he cambiado en el cariño que guardo a estas fechas y
en mi costumbre de encarar la Nochevieja con ganas de salir, pasarlo bien y
empezar el Nuevo Año con buen humor. Pero se hace un poco difícil cuando
sientes que a tu alrededor se disuelve el llamado espíritu navideño. Ese que
está en dar y no en recibir, y que tristemente es empleado para fomentar un
consumismo desmesurado que nos amarga las fiestas cuando sentimos que no
podemos hacer tantos regalos como nos gustaría porque no corren tiempos de
abundancia. Ese tan utilizado para frivolizar y hacer de unas fechas que esperábamos
con ilusión, unos días que muchos quieren que pasen cuanto antes.
Cada cual tiene sus motivos para pensar y sentir lo que
quiera en estas fiestas, pero no me gusta que se ponga de moda odiar la
Navidad, como no me gustan tantas otras modas. Yo tengo claro lo que siento por
estas festividades y no me voy a meter en lo que piensen los demás; pero a
todos les deseo que las disfruten y espero no amargárselas a nadie. Sobre todo
me gustaría recordar a todo el mundo que, sea el día que sea, la situación ya
es bastante gris como para oscurecerla más con tonterías que realmente no tienen
tanta importancia. Sea Navidad, sea Fin de Año, sean días laborables, festivos…
No importa si el día está marcado en rojo en el calendario. Lo que importa es
que podamos estar bien, que pongamos un poquito de nuestra parte para disfrutar
del tiempo que pasamos juntos. Que seamos capaces de guardarnos ese orgullo que
con tanta facilidad nos hieren.
Y que acabemos bien este año y se nos dé aún mejor el siguiente.