A quienes encuentren mi barco hundido...

"Bienvenido a mi morada. Entre libremente, por su propia voluntad, y deje parte de la felicidad que trae."
(Drácula)

martes, 30 de noviembre de 2010

Miro (parte 7): La luz de Noviembre

(Una foto cualquiera, hecha por mí sin ninguna intención artística, y se nota)



La luz de Noviembre

Mi madre me dijo una vez que poder asomarse por la ventana y ver una puesta de sol, o la luz que asoma entre las nubes tras una tormenta, es un regalo por el que dar gracias. Algo tan sencillo y a la vez tan bonito como los colores que se mezclan en el cielo una tarde cualquiera, es una de tantas pequeñas cosas que nos rodean diariamente; esas que damos por hechas y en las que no reparamos. En aquel momento no le presté mucha atención, la verdad, pero a menudo pienso en esa frase cuando cuando mis soledades voy y de mis soledades que vengo, como diría Lope.

No hay luz como la de Noviembre. Al menos, donde yo vivo. Es esa luz gris suave, que hace nuestra piel más pálida y nuestros ojos, más claros. Es esa luz que cae como un hilillo de entre las nubes y a veces tiene un brillo dorado, y hace que miremos hacia las hojas amarillas y pardas que quedan en los árboles. Tiene una alegría tímida, escondida, que a veces sale con más fuerza, como una risa sincera; y consigue que el viento que anuncia el invierno resuene menos y nos parezca una brisa fresca.

Pero todo llega a su fin, y habré de esperar otro año para volver a maravillarme en silencio. La luz de Noviembre se escapa entre mis dedos, se esconde de nuevo para dar paso a un nuevo mes y al fin de este otoño que tanto me hace pensar.

Y, como si leyera mi oda, brilla más ahora...

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Observo (parte 6) Cuando fui caballero.

 (Imagen extraída de: http://paladinorder.files.wordpress.com/2008/11/paladin.jpg)

Cuando fui caballero

Cuando era pequeña, fui muchas cosas. Para empezar, era un chico, y surqué los mares a bordo de un barco del que era el capitán. También fui jefe del mundo mundial, como diría Manolito Gafotas. Fui superhéroe o supervillano, según me había ido el día, y a veces, sólo a veces, me convertía en un tiburón, para nadar solitario y alejarme de la pesada humanidad.

Pero hoy me apetece hablaros de cuando fui un noble caballero que se enfrentaba en torneos y se ganaba ovaciones y admiración, de cuando los enemigos trataban de asaltar nuestro castillo con catapultas y nosotros los deteníamos siempre, porque éramos más fuertes y justos, y merecíamos ganar. Mi caballo era negro, y mi armadura, la más sencilla, pero también la más hermosa. Mi espada era mágica y mi valor era tan grande que todos me respetaban y buscaban mi ayuda. Siempre me aburrió rescatar princesas y detestaba matar dragones, a los que defendía de mis compañeros, por lo que a veces se enfadaban conmigo, pero el rey siempre me daba la razón.

Pero los años pasaron, y a medida que crecía y aprendía el significado de la nobleza, de la justicia y del valor, me fui dando cuenta de que probablemente era el único caballero de todo el reino que sabía lo que era eso. Por eso me cansé de defender aquel estandarte de colores, y luego de romperlo, me marché. Y mis compañeros, las damas y el mismo rey me abuchearon y se acabaron olvidando de mí.

Aunque, ¿sabéis una cosa? La vida de caballero errante tiene sus ventajas, porque se puede ser un caballero y una chica al mismo tiempo. Y tus compañeros no se ríen de ti por ello, porque no tienes compañeros. Quienes quieran estar a tu lado ahora serán amigos, que compartirán o no tus principios, pero en cualquier caso, los respetarán.

Así que este caballero sigue acudiendo a justas, y sigue yendo a la guerra, luchando en su propio bando, con su propio ejército, por su propia bandera. Y mi caballo sigue siendo negro, y mi armadura sigue siendo la más sencilla, y para mí, la más hermosa.