A quienes encuentren mi barco hundido...

"Bienvenido a mi morada. Entre libremente, por su propia voluntad, y deje parte de la felicidad que trae."
(Drácula)

viernes, 30 de julio de 2010

Miro (parte 5): Tan sólo es un anuncio... O no.


(Imagen extraída de: http://www.nomasviolenciacontramujeres.cl/files/images/Bratz-Fabulous.jpg)



Hace un par de semanas vi por primera vez un spot publicitario de Campofrío. Probablemente, muchos de vosotros lo hayáis visto. Trata de una chica que, cansada de ver cómo cientos de muñecas clónicas y cargadas de maquillaje pasan por la cinta transportadora camino a los centros comerciales, decide fabricar una muñeca sencilla, que no necesita presumir de una belleza artificialmente conseguida. Una muñeca que, frente al "soy muy guapa" que las demás se dedican a sí mismas, ríe y dice: "eres única".

No soy una persona especialmente susceptible a la publicidad, salvo para observar con ojo excesivamente crítico todo anuncio que pasa ante mí y me pilla sin nada que hacer. Y aquel anuncio logró que exclamase lo bonito que me parecía. Sí, bonito es el mejor adjetivo que tengo para calificarlo, porque me sorprendió la naturalidad con la que contaba aquella pequeña y tierna historia. Pero, sobre todo, lo que me gustó de ese anuncio es que me hizo sentirme identificada como mujer.

La imagen que se da de la mujer en la mayoría de anuncios, películas y, en general, productos, no me gusta. De hecho, llega a indignarme. Normalmente se asocian unos colores, unos rasgos personales, un físico, unas determinadas aspiraciones, etc. Y nunca me siento identificada con lo que se supone que es una mujer, o con  lo que nos venden que es una mujer. Por eso, cuando veo un anuncio cuya representación de la mujer me produce la más mínima identificación, me llama la atención. Puedo comprender que muchas otras mujeres se sientan identificadas con la imagen que se da de ellas; de hecho, me parece lógico. A fin de cuentas, se trata de elaborar un estereotipo que pueda englobar a la mayoría de las representantes de su género. Pero como suelo buscarle los tres pies al gato, muchas veces contra mi voluntad, suelo ver en esos anuncios un gran vacío respecto al resto de mujeres que no nos sentimos identificadas con el modelo que nos proponen, y comienzo a divagar sobre el prototipo de mujer que se pretende extender.

Una vez más, os ofrezco una entrada breve, cuyo contenido no va más allá de mi opinión sobre un tema bastante simple. No hay por qué hacer un ejercicio magistral de prosa, ni pretendo ofrecer conclusiones que parezcan verdades universales. Sólo quería comentar que un día descubrí un anuncio que me gustó y me sentí identificada con una muñeca que no usa kilos de maquillaje ni caros vestidos.

sábado, 10 de julio de 2010

Observo (parte 4): La historia de siempre

Son días de alegría para el deporte español. Mañana, nuestro equipo jugará la gran final contra Holanda. Como la mayoría de mis amigos, he vivido pocos mundiales, pues no tengo (todavía) edad para recordar demasiados partidos, pero los que he podido disfrutar, lo he hecho con toda mi energía, siguiendo la tradición futbolera que me viene de familia y de la que he renegado, dejando de seguir los partidos nacionales, pero manteniéndome fiel a la Selección Española y animándola frente al resto del mundo.

No soy una forofa de los deportes, pero los disfruto. No me gusta todo el negocio que conllevan, las enormes cantidades de dinero que circulan con la compraventa de jugadores o de equipamientos, ni el hecho de que un gol llene portadas de periódicos y dé inicio a los informativos, dejando un pequeño espacio para noticias infinitamente más importantes. Me da rabia pensar en la cantidad de personas que se movilizan para animar a un equipo en lugar de unirse para defender los derechos que dicen reclamar, y río irónica al descubrir que estos días no existe la crisis. Pero la verdad es que sin pequeñas grandes alegrías como esta, nos volveríamos locos. Valoro la alegría que se respira, el hecho de que compartamos temas más alegres que nuestra constante indignación por numerosos aspectos de nuestra sociedad. Y también valoro que estos días podamos lucir nuestra bandera con orgullo.

Pienso que una bandera es un trozo de tela. Un símbolo que vale lo que nosotros queramos que valga y por el que no se debería morir ni matar. Pero sé lo que es defender algo que valoras, en lo que crees, y que te ayuda a mantenerte en pie en unas circunstancias determinadas. Y necesitamos banderas, sean de países o de la causa que deseemos simbolizar. Porque una bandera nos recuerda muchas cosas que conviene tener presentes, sea de donde vengamos o lo que queremos representar. Pero se me ha enseñado que llevar la bandera de España significa seguir anclado al franquismo, y por ello, no puedes llevarla sin que recaiga sobre ti ese estigma.

No tengo necesidad de reivindicar de dónde vengo, pero, ¿por qué no puedo sentirme orgullosa de ser española? ¿Por qué hemos de valorar más lo que viene de otros países en lugar de darnos cuenta de lo que nosotros tenemos? ¿Por qué estos días, en los que animamos a nuestro país en el deporte, todavía hay personas que se escandalizan al ver tantas banderas españolas juntas?

Pienso que no estamos haciendo daño a nadie, y que no debemos seguir negándonos siempre el derecho a enorgullecernos, por una vez, de los logros de España, aunque sean en un terreno aparentemente banal como es el deporte.

Siento la flojera de esta entrada, pero necesitaba expresarlo sin andarme con rodeos.