A quienes encuentren mi barco hundido...

"Bienvenido a mi morada. Entre libremente, por su propia voluntad, y deje parte de la felicidad que trae."
(Drácula)

jueves, 20 de octubre de 2011

Miro: Unidad.

(Imagen extraída de: https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgd81cP_916KXcXwp2vMPeTxewjsy8P4EdAU4dKqyo7XL1Jk6-cXHEEYCuOaUW3yeO_JEXKEUyQhJZcFY328pqd6seURyWZAvI_EakDs1Bjc-IF4S7TbdtdF9_Q7CrJZ0mgRW4yO0XQ1PE/s1600/fractal-mano.jpg)

Supongo que más de uno está al tanto de la lucha de profesores y alumnos por la educación pública. Los profesores se están haciendo oír, pues tienen paralizado al alumnado de los centros públicos. Constantemente oigo a los chavales de segundo de Bachillerato decir que temen la selectividad de este año. Están perdiendo muchísimas clases y todo apunta a que los resultados serán desastrosos. Por supuesto, ya os podéis imaginar que unos cuantos interesados se aprovecharán de esto y lo utilizarán como arma arrojadiza, culpando al colectivo de profesores de estar arruinando un paso decisivo para que muchos estudiantes puedan entrar en la Universidad; pero no olvidemos el sacrificio que están haciendo estos profesores, y que no sólo lo hacen por ellos. Se está protestando tanto por los derechos de los maestros como de los alumnos, porque si simplemente se cruzan de brazos, la educación para todos que tanto tiempo se ha tardado en conseguir, desaparecerá. Pienso que es una lucha que todos deberíamos apoyar, porque alguna vez fuimos alumnos y porque quizá algún día tengamos hijos que tal vez no tengan la oportunidad de recibir una educación acorde a los tiempos que correrán.

Porque avanzamos, pero no evolucionamos. Caminamos hacia adelante, pero soltamos lastre. Un lastre que consiste en todos los derechos que muchos hombres y mujeres consiguieron con gran esfuerzo. Eso me parece verdaderamente indignante, y al hilo de esta palabra os voy a contar algo.

Imagino que más de uno habrá leído aquella entrada que escribí allá por Mayo, ese Mayo de sueños, "del sesentaytwitter" lo han llamado también. Ese Mayo en el que me dejé llevar por el fervor revolucionario, en el que vi más claro que nunca que merecía la pena luchar y era posible. En el que me eché a la calle y me permití soñar con una reivindicación pacífica que podía conseguir algo. Anduve por Sol cuando se convirtió en una plaza de sueños y asistí a las asambleas de barrios y pueblos, en concreto a las del mío. Recuerdo la ilusión que sentí en la primera de ellas, cuando comprobé que el movimiento no se acababa en Sol. Era increíble ver a tanta gente tratando de ponerse de acuerdo para decidir cómo se organizaría todo.

Pero llegó la segunda asamblea, y la tercera... y la gente se tiraba los trastos a la cabeza hablando de temas cotidianos que terminaban en rencillas de vecinos. Que si este deja que el perro se cague en mi calle, que si mi perro es más educado que muchas personas... Recuerdo que pregunté a todos los allí presentes, micrófono en mano y nerviosismo en el pecho, qué había sido del grupo de trabajo de asuntos sociales y cómo podía unirme a él. Nadie me respondió. Mi pregunta fue completamente ignorada mientras la gente seguía quejándose sin ton ni son. Cada vez era más difícil conseguir consenso, y el que se trataba de alcanzar era para temas que muchas veces carecían de sentido. Al menos allí, en una asamblea en la que se debían debatir asuntos importantes para el pueblo y que tenían que ser trasladados a las asambleas generales de Sol.

Todo aquello me iba decepcionando. El movimiento se desvirtuaba y, para rematar, veía a gente bailando y cantando por la calle invitándote a unirte a su fiesta. Ese era el problema. Empezó a ser visto como una moda, como una fiesta. Como la excusa perfecta para protestar... cuando muchos no sabían ni por qué lo hacían. Siendo utilitaristas, si convences a la gente para que se una a tus protestas pintándolo todo como una fiesta, consigues que muchos vayan detrás de ti. Pero, ¿qué consigues teniendo a una panda de borregos detrás de ti? Bueno, eso podríamos preguntárselo a los políticos. El problema es que estos seguidores no te van a votar, porque no tienes un partido político. Sólo fardan de lucha, de reivindicaciones aprendidas porque las han escuchado, mientras bailan, cantan y probablemente se emborrachen como en tantas manifestaciones de porrito, calimocho y gritos que no vienen a cuento, para luego ignorar todo lo que has intentado explicarles sobre los partidos sin representación. Porque eso es lo que muchos de ellos harán el 20-N, como ya lo hicieron en las elecciones municipales y autonómicas. Eso es lo que harán muchos borreguitos infieles a la causa que dicen defender.

A mí no me apetecía ser una borrega, así que me desvinculé. Observé con decepción desde las sombras. Mi apoyo es para los luchadores convencidos. Una parte de mí me decía que no conseguiría nada gruñendo en solitario. Recordaba la aparente unidad de unos meses atrás. También hubo una unidad real. La de quienes creíamos en la reivindicación de un verdadero cambio. Quiero pensar que muchos de ellos estuvieron en la concentración del 15-O. Quiero pensar que eso que dicen de que se consiguió una manifestación global es real. No porque con ello se haga Historia, sino para recuperar la unidad. La verdadera unidad. Esa es la clave para que todo funcione, para que se puedan hacer propuestas y llevarlas a cabo. Para no quedarnos en las palabras vanas, para que quienes intentan hacer algo y creen que tienen apoyo no se vean solos a la hora de la verdad. Unidad es lo que necesitamos para que se nos tome en serio.

Y será lo único que me devuelva la fe en las personas y en luchar codo a codo con ellas.