A quienes encuentren mi barco hundido...

"Bienvenido a mi morada. Entre libremente, por su propia voluntad, y deje parte de la felicidad que trae."
(Drácula)

jueves, 16 de septiembre de 2010

Miro (parte 6): Cosas del arte



(Imagen extraída de http://4.bp.blogspot.com/_aUQnVIxKaF4/SQiAQGN9NWI/AAAAAAAAAcg/ZdivAdb-K2M/s400/Aabf15.jpg)

Cosas del arte

No me considero una persona con grandes conocimientos artísticos. Me gusta ver exposiciones siempre que tengo ocasión, hay estilos que me atraen más y otros menos, y tengo mis artistas favoritos, todos bastante conocidos. Artistas cuyas obras llevan años o incluso siglos deslumbrándonos, pues jamás imaginamos que un hombre, o una mujer, pudiera crear algo tan expresivo, tan vivo, tan difícil de explicar que sólo disfrutándolo podemos comprenderlo.

Hay muchísimas formas de crear arte. La pintura, la escultura, la escritura, la música... todos son cauces para expresar nuestra sensibilidad. Las técnicas y las ideas se renuevan constantemente, pues cada mente es un mundo que puede ofrecernos sorprendentes creaciones. Y, como todo aquello que forma parte de nosotros, el arte se da la mano con los tiempos, y en cada momento, surgen distintas corrientes. Y una de ellas es el arte contemporáneo, del cual he tratado de informarme todo lo que he podido, pero me temo que no sólo no lo comprendo, sino que tampoco puedo apreciarlo.

No dudo que cada cual tendrá su forma de expresarse a través de sus obras, pero francamente, el arte contemporáneo, hablando en términos generales, me parece absurdo. No pretendo ofender a nadie, y de ahí que utilice este calificativo cuando reconozco que en ciertas ocasiones me vienen a la cabeza otros apelativos menos amables, pero es lo que pienso. Por supuesto que he encontrado excepciones que me han gustado, pero lo normal es que, viendo este tipo de obras me pregunte si es que a estas alturas cualquier cosa puede ser considerada arte. No puedo evitar acordarme de ese capítulo de los Simpsons en el que Homer intenta armar un kit de barbacoa y termina creando un estropicio que sorprende a una entendida del mundo del arte contemporáneo. La crítica a esas obras que muchos no alcanzamos a comprender es compartida por individuos que  probablemente no tengamos conocimientos suficientes para juzgar desde un punto de vista fundamentado en el academicismo, pero sí criterio propio para discernir lo que nos parece arte y lo que no.

Y entonces llegamos a la temida cuestión. ¿Qué es el arte? Según la segunda definición ofrecida por la Real Academia de la Lengua Española, que me parece la más adecuada para el tema tratado, se llama arte a la "manifestación de la actividad humana mediante la cual se expresa una visión personal y desinteresada que interpreta lo real o imaginado con recursos plásticos, lingüísticos o sonoros". De acuerdo a esta definición, el arte contemporáneo no podría ser más puro, pues ofrece una visión totalmente subjetiva que tan sólo puede ser explicada al espectador, ya que no seremos capaces de captar la esencia que el mismo artista vuelca en su obra. No obstante, creo que muchas veces el arte contemporáneo es el pretexto perfecto para cultivar fama en determinados círculos, a base de mostrar un puñado de objetos acompañados de un discurso para explicar algo que difícilmente nos evocará un sentimiento.


Pero... ¿a qué llamamos arte? ¿Quién decide lo que es arte y lo que no? Tal vez sólo sea una etiqueta para designar aquello que ha sido creado para transmitir. Y, por ello, cuando disfruto de una obra, sea considerada artística o no, es porque me ha evocado algo, algo que ni siquiera el propio autor puede explicarme. Simplemente es una imagen, una palabra, una nota de música que ha llegado a mi interior y ha conectado con una parte de mí. Algo que me sorprende por su perfección, por la exactitud con la que expresa lo que he tratado de imaginar, por la genialidad con la que retrata una criatura o una emoción. Algo que podemos apreciar, tengamos estudios o no, porque tenemos alma. Y no necesitamos que se nos diga lo que estamos viendo o escuchando, porque lo estamos sintiendo.