A quienes encuentren mi barco hundido...

"Bienvenido a mi morada. Entre libremente, por su propia voluntad, y deje parte de la felicidad que trae."
(Drácula)

martes, 31 de agosto de 2010

Observo (parte 5): Máscaras y fantasmas

(Imagen extraída de: http://sp4.fotolog.com.br/photo/36/56/114/poryparaty/1222101807910_f.jpg)

Máscaras y fantasmas

Todos hemos llevado alguna vez una máscara, sea de papel, de plástico o de palabras. La hemos llevado siendo niños pequeños o niños grandes, en carnavales, en una fiesta de disfraces, en una cita o en nuestro primer día de trabajo. Hay cientos de ocasiones para lucirla, y miles de motivos para llevarla, pero lo que hemos de reconocer es que, hayan sido cinco minutos o toda una vida, en algún momento nos la hemos puesto, por voluntad propia o porque sentíamos que no nos quedaba más remedio.

Nos ponemos máscara para camuflarnos, para no mostrarnos como verdaderamente somos. Puede que lo hagamos porque temamos el rechazo de los demás ante nuestra forma de ser o de actuar, o porque nosotros mismos no queremos reconocer parte de nuestra naturaleza. Un buen disfraz puede engañar a los ojos de los demás, causando espanto, asombro... infinidad de sensaciones. A veces, no genera las reacciones que pretendíamos obtener, y por ello hemos de ser consecuentes a la hora de ponernos una máscara, pues no podremos controlar todos los factores y debemos ser conscientes de que las cosas pueden no salir como nos gustaría.

Pero el verdadero problema no es lo que los demás piensen de nosotros, sino que la imagen que uno  construye para sí mismo cobre más importancia de lo debido, o más bien, adopte un rol que, en principio, no tenía. Me refiero a cuando nos sentimos tan sumamente cómodos con la seguridad que nos proporciona nuestra máscara que acabamos creyéndonos el papel que representamos. También puede darse el caso de que nos hagamos dependientes de ella, aunque seamos conscientes de que no somos realmente como nos empeñamos en mostrarle al resto del mundo, y la idea de quitárnosla nos genere ansiedad. Las dos situaciones suponen negarnos a nosotros mismos, convertirnos en fantasmas que vagan tras haber perdido lo que una vez fueron.

Llevar una máscara no tiene por qué ser malo. Aparentar más fuerza de la que se tiene, o hacer creer a medio mundo que lo tenemos todo muy claro no tiene por qué ser peligroso. A veces, lo hacemos simplemente porque lo necesitamos, porque creemos que así vamos a sentirnos mejor, o vamos a poder enfrentarnos a las situaciones que se nos presenten con más confianza en nosotros mismos. El peligro reside en no aceptarnos tal y como somos, en creer que nuestra auténtica esencia es inferior al disfraz que lucimos. En dejar de actuar como realmente lo haríamos porque pensamos que no gusta a nadie. En preocuparnos más por la idea que otros tienen de nuestra persona en lugar de dedicarnos a cultivar nuestro ser, madurar y forjar una reputación basada en nuestros actos, pensamientos y valores más sinceros.

A lo largo de nuestra vida, podemos llevar cientos de máscaras diferentes, pues nuestra personalidad es mutable y también nuestras necesidades. Todos somos susceptibles de cambiar en función de las circunstancias que se nos presenten, ya que ellas son las que van forjando nuestro carácter, al margen de características innatas explicadas por teorías de diversos tipos que no procede tratar aquí. No puedo evitar mencionar la máxima marxista de "el ser social determina la conciencia", puesto que las estructuras sociales juegan un papel muy importante en la formación de la persona y de sus estrategias de supervivencia, de las que las máscaras forman parte.

Cada paso que damos en la vida es crucial y nos diferencia del resto. No hay dos individuos idénticos, por muchos ejemplos que existan sobre medias naranjas, dobles ocultos o gemelos unidos. Podemos imitar, pero jamás replicar. Porque somos imperfectos y únicos, y eso es lo que tenemos que entender. No conseguimos nada admirando o envidiando ciertos rasgos de otros seres humanos, deseando ser como ellos hasta puntos obsesivos en los que recurrimos a la creación de máscaras que anulan nuestra naturaleza. Tenemos que intentar conocernos, lidiar con aquellas partes de nosotros que no nos gustan y que, en la mayoría de los casos, no podemos cambiar, o al menos, no a corto plazo, porque nos hemos moldeado y hemos sido moldeados de una determinada forma a lo largo de los años. Tenemos que tratar de apreciarnos, sentirnos más o menos a gusto con cómo somos. Mostrarlo o no a los demás es decisión nuestra y sólo nuestra. Pero merece la pena planteárselo, porque seguramente haya muchas personas dispuestas a valorar lo que hay bajo la máscara.