A quienes encuentren mi barco hundido...

"Bienvenido a mi morada. Entre libremente, por su propia voluntad, y deje parte de la felicidad que trae."
(Drácula)

jueves, 28 de febrero de 2013

Miro: "Sólo sabe ser ella misma."

Cuando eres adolescente, la soledad parece pesar más a tus espaldas de lo que realmente supone. De ahí que se hagan tantas tonterías para no estar solo, para no ser la oveja negra del grupo, para sentirse más integrado y asegurarse la plena aceptación de las personas que conforman el entorno social. Destacar en un grupo del que aspiramos a formar parte puede conllevar rechazo y por ello es preferible evitar situaciones en las que uno tenga que pronunciarse, enfrentándose en ocasiones a sus compañeros. Y es que defender las propias convicciones puede generar que nos quedemos solos.

Al mirar atrás y recordar mi adolescencia e incluso mi infancia, me encuentro con la historia de alguien que casi siempre obró de forma coherente con su forma de pensar. Digo casi siempre porque en alguna ocasión sí probé a actuar "como el resto" para no sentirme excluida, y aquello nunca me dejó buen sabor de boca: por esto decidí ser consecuente con los valores que yo tenía y que alegremente pregonaba, pues me sentía muy orgullosa de ellos. No lo digo ahora como si estuviese hablando de mí misma como una persona con un actitud admirable. De hecho, no me considero un modelo de conducta; pero sí puedo sentirme satisfecha con la manera de actuar que he tenido en una edad difícil, una edad en la que el mundo parece un lugar radicalmente distinto al que percibes cuando vas siendo consciente de que los años no sólo se notan en el carnet de identidad. 

Defender nuestra forma de pensar, decir "no" cuando insisten en que digamos "sí", mantenernos firmes con nuestras creencias o actitudes cuando un grupo tira de nosotros y pretende que asimilemos la conducta de los individuos que lo componen y malmete contra nosotros como castigo a lo que interpreta como una rebeldía injustificada y problemática... A veces, esto plantea situaciones difíciles. La amenaza de la exclusión, el constante miedo a quedarnos solos, el sentimiento de que nadie nos comprende ni nos aceptará porque nos negamos a seguir aquello que no compartimos, por mucho que nos esforcemos en entenderlo. He perdido la cuenta de todas las veces que me sentí decepcionada, dolida y rabiosa con la juventud que me rodeaba, como mis amigos, por ejemplo, habrán perdido también la cuenta de todas las discusiones que hemos protagonizado, de todos los motivos que yo encontraba para plantarme frente a ellos y expresar mis pensamientos de forma vehemente y poco razonable en muchas ocasiones. Porque cuando recurres a los gritos y a las descalificaciones, cuando incurres en el error de pensar que tus argumentos son verdades universales que merecen ser impuestas, te quitas la razón a ti mismo. Es algo en lo que todos caemos inevitablemente en alguna ocasión, pero que no por ello ha de ser excusado y practicado: se trata siempre de algo mejorable. De hecho, conforme pasa el tiempo, disfruto de la buena sensación que deja ser capaz de decir lo que piensas de forma contundente y razonable a partes iguales.

Sentirse diferente no es fácil, pero seguir adelante siendo consciente de lo que nos hace diferentes es una decisión también complicada. Arriesgamos muchas cosas cuando tomamos ese camino y nos exponemos al rechazo de quienes nos rodean. Es algo que nos pasará toda la vida en muchos ámbitos de la misma, pero he querido enfocarlo a la adolescencia porque ahora veo crecer a pequeños seres muy queridos que afrontan edades convulsas en un mundo aún más inestable. Criaturitas que crecen deprisa y, en algunos casos, se sienten solas e incomprendidas cuando ven como sus compañeros les retiran su apoyo por manifestar opiniones o actitudes diferentes. 

Sólo espero que algún día puedan, como yo, darse cuenta de que ser una persona consecuente con sus convicciones conlleva ciertos riesgos, pero cada uno es como es y lo importante es poder sentirnos bien con nosotros mismos. Además, cuando creces un poco ves que no todo es blanco ni negro, sino que hay muchos tonos de gris que antes eras incapaz de advertir. Muchas veces somos nosotros quienes construimos a nuestro alrededor una muralla y nos encerramos en nuestra propia prisión de soledad, en la diferencia con la que nos empeñamos en estigmatizarnos. Pero no estamos tan solos como a veces parecemos querer creer. Siempre habrá personas que nos valoren tal y como somos, y todas las cosas que antes se planteaban como obstáculos insalvables entre ellas y nosotros, se diluyen progresivamente. Porque "un amigo es el que lo sabe todo sobre ti y sigue siendo tu amigo", que dijo en su momento Kurt Cobain, personaje musical convertido en icono, que nos dejó canciones, máximas y motivos para que unos y otros se tiren trastos a la cabeza defendiendo su idolatría o su repulsa por él. Pero eso, como suele decirse, es otra historia.

"Sólo sabe ser ella misma, cosa de la que me alegro."
Sí: estas son las cosas que sí me hacen hincharme de orgullo.