A quienes encuentren mi barco hundido...

"Bienvenido a mi morada. Entre libremente, por su propia voluntad, y deje parte de la felicidad que trae."
(Drácula)

jueves, 7 de junio de 2012

Observo: No más bilis.


Hoy me apetece compartir con vosotros algo de lo que me di cuenta hace poco tiempo. Supongo que es algo que muchos de vosotros ya sabíais desde hace bastante más, pero no me caracterizo por ser una persona de mente ágil y ya sabéis lo que dicen: ¡más vale tarde que nunca!

Soy bastante gruñona, y en un mundo en el que la corrupción está a la orden del día y en el que presenciamos tantas injusticias y tan diversas en todos los ámbitos de la vida, os podéis imaginar que mi rutina consiste en tomarme todo como más argumentos con los que alimentar el fuego de mi desencanto con la humanidad. En otras palabras, al final no soy más que una de tantos que viven echando bilis por la boca. Es una actitud bastante extendida, probablemente no tanto como la indiferencia, pero tampoco es que cueste mucho mantener esta conducta.

Bueno, pues hace tan sólo un par de meses me dije a mí misma que no podía seguir así. Tengo claro que, por mi forma de ser, nunca seré capaz de desentenderme de los problemas. Y es que, por suerte o por desgracia, me importan las personas. La fuente de mi aparente odio hacia la humanidad, de mi pensamiento negativo sobre nuestra propia naturaleza, está en el daño que nos hacemos unos y otros. Está en mi falta de identificación con unos anti-valores como la hipocresía, el egoísmo o la indiferencia. Estamos hechos para sobrevivir a cualquier precio, pero olvidamos el hecho de convivir.

Tengo claro que me seguiré indignando, que seguiré contestando al que defienda sus frívolas opiniones entre risas al igual que yo puedo luchar por las mías. Pero ya está bien de encerrarme en mi oscuro rincón de malos sentimientos. Lo que me ayuda a canalizarlo todo es intentar ayudar. Intentar hacer algo positivo. Algo tan simple como escuchar a alguien o darle tu mejor sonrisa (aunque en ocasiones te cueste sonreír) puede hacerle mucho bien a alguien. Y pensar en las excepciones, en esas personas que se merecen lo mejor y tratar de hacer algo bueno por ellas es lo que me ayuda a vivir y a ver el mundo de otra forma. No se trata de evitar esa rabia que me abrasa el pecho, sino de sacar partido de ella en lugar de permitir que me queme completamente.

Sí, seguro que muchos ya lo sabíais desde hace tiempo y ahora os estaréis riendo de mí, que parezco tan ilusionada como si hubiese descubierto América. Pero insisto: más vale tarde que nunca. Tal vez esta revelación me ha llegado justamente cuando debía ser.

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